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WASHINGTON, D.C. El primer ministro de Canadá, Mark Carney se encuentra en Estados Unidos para una visita de trabajo con el objetivo de reforzar los acuerdos bilaterales en materia de comercio y seguridad. No obstante, la agenda está dominada por las persistentes tensiones generadas por los aranceles sectoriales estadounidenses y la polémica retórica del presidente Donald Trump sobre convertir a Canadá en el «estado número 51». La visita se produce en un contexto de fricción renovada a menos de dos años de la primera revisión programada del T-MEC en 2026.
Aunque el primer ministro Carney ha calificado el T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) como una «ventaja única» para Canadá, destacando que «más del 85% del comercio» entre ambos países se mantiene libre de aranceles, la estabilidad se ve amenazada. El principal foco de tensión comercial lo constituyen los llamados aranceles 232 impuestos por Washington, los cuales impactan directamente en las industrias canadienses del acero y el aluminio. El ministro de Energía y Recursos Naturales de Canadá, Tim Hodgson, calificó públicamente estas medidas como «injustas e inequitativas» y confirmó que Ottawa trabaja para lograr su eliminación.
La diplomacia de la visita se complica aún más por las declaraciones políticas del presidente Trump. La idea de anexar Canadá como el «estado número 51» resurgió recientemente en relación con la solicitud de Ottawa para incorporarse al programa de defensa antimisiles Golden Dome. «Quieren ser parte de esto», declaró Trump. «Les dije: ‘¿Por qué no se unen a nuestro país, se convierten en el estado número 51 y lo obtienen gratis?’».
Expertos canadienses han analizado el riesgo de estas declaraciones. Robert Bothwell, profesor de Historia Canadiense en la Universidad de Toronto, interpretó la táctica del presidente estadounidense como un «modus operandi es la extorsión». Por su parte, Daniel Béland, profesor de la Universidad McGill, advirtió que la visita enfrenta un «riesgo político clave» de que el presidente Trump busque «avergonzar públicamente al primer ministro Carney», además de la posibilidad de no lograr avances comerciales significativos.
Ante este panorama, el primer ministro Carney reconoció haber abordado la controversia en privado con el mandatario estadounidense en mayo pasado, pidiéndole que cesara de referirse a Canadá en esos términos. La visita, por lo tanto, no solo es una gestión diplomática para buscar acuerdos comerciales, sino también un esfuerzo crucial para manejar la retórica política y mitigar las consecuencias negativas internas que una falta de progreso podría generar en el ámbito nacional canadiense.